1. Digamos no a los transgénicos. Ni en nuestro campo ni en nuestra mesa. Opta por productos frescos y naturales.
2. Cambia el centro comercial por el mercado. Estarás comprando productos más frescos y seguros, sin transgénicos, además de apoyar a productores locales.
3. Lee las etiquetas de los productos que compras. Si en la etiqueta encuentras alguno de estos ingredientes, cuidado, puede ser transgénico:
Soya: en forma de harina, proteína, aceites y grasas (a menudo se "esconden" detrás del concepto de aceites o grasas vegetales), emulgentes (lecitina-E322), mono y diglicéridos de ácidos grasos (E471) y ácidos grasos.
Maíz: en forma de harina, almidón, aceite, sémola, glucosa, jarabe de glucosa, fructosa, dextrosa, maltodextrina, isomaltosa, sorbitol (E420), caramelo (E150)
Algodón: en forma de aceite proveniente de semillas
Canola: en forma de aceite.
4. Prefiere los productos orgánicos y de comercio justo. Los productos orgánicos respetan el ambiente en su proceso de elaboración y son más sanos y seguros que los procesados de manera industrial. La certificación y denominación de orgánicos reconocida internacionalmente prohíbe la utilización de transgénicos -o derivados de éstos- en los productos de la agricultura y la ganadería. Los productos de comercio justo permiten, además, combinar el cuidado del ambiente con un verdadero empoderamiento de las comunidades campesinas a través de la repartición equitativa de las ganancias y de la toma de decisiones.